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Las personas que trabajan en alguna de las ramas de la Desastrología suelen ser poco propensas a divulgar buenas noticias porque se aferran al famoso teorema de Bellandi: "si algo malo puede pasar.....pasará y, además, lo hará en el peor momento". Más aún, algunos de los desastrólogos creen en un segundo teorema, atribuido a un tal Morgan, que afirma que "Bellandi es un optimista".
Jaime Laffaille
El paisaje de nuestros Andes Venezolanos ha sido forjado, durante millones de años, por la acción de diversos procesos naturales y, más recientemente, también por la acción humana. El resultado es una obra tan espectacular, que cada proceso parece haber sido dirigido por la inteligencia de un artista creador, tal como si fuera una herramienta en las manos de un artífice que realiza su obra maestra. Los glaciares esculpieron las cumbres rocosas de los picos que conforman las diferentes sierras y páramos, dándoles formas particulares que pueden ser reconocidas por los caminantes desde kilómetros de distancia, sirviéndoles así de guía en su tránsito por los selváticos piedemontés y las alturas heladas. Los cursos de agua que bajan de las montañas llevaron hasta los valles miles de toneladas de sedimentos que formaron depósitos en forma de mesas o terrazas, donde los pobladores construyeron sus pueblos y ciudades.
La famosa Falla de Boconó que desde muy chicos hemos estado escuchando, al menos los que somos nativos de estos parajes andinos, corresponde a lo que se conoce como una falla tectónica que se desplaza aproximadamente 500 Km a lo largo de todo el centro del relieve de los Andes Venezolanos, entre la depresión del Táchira y el Mar Caribe, tiene entre 1 y 5 Km de ancho en dirección noreste. Su nombre reside en la razón de pasar justo por debajo del pueblo perteneciente al estado Trujillo llamado Boconó.
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